domingo, 30 de mayo de 2010

Y dale con creación y evolución

Si solo se habla de evolución es muy fácil llegar a la conclusión de que el hombre es un ser más, simplemente el más evolucionado.
Se pierde una distinción de importancia, de calidad, entre el hombre y los animales. El hombre sería sólo el ser superior, pero un animal más.
En todo caso, aunque el hombre haya sido creado con un barro que fue una materia de aspecto animal (si se puede decir así), la cuestión para el creyente pasa por algo que va más al fondo. Creemos que en esa transformación obró Dios. Así es como lo entendemos, así es como lo creemos. Creemos que hay Alguien que hizo que esto sea así. Que entonces hay un sentido, una razón para lo que existe, para el ser que existe como hombre.
El camino contrario, por otro lado, es algo absurdo. Si el hombre es sólo un animal más, tanto da un hombre que un perro. La dignidad del hombre sería una cuestión de facto. El superior pone las leyes.
Pero allí está la clave. No puede ser de otra manera. Es evidente que el hombre maneja el mundo. Es el único libre para arruinarlo y es el único libre para hacerle bien. El hombre es quien entiende al mundo, por eso del pensamiento reflexivo. (Si hay otra forma de entender el mundo, desde el punto de vista equino, en la mente de un cetáceo o por vías de una weltanschauung de la ameba, no lo sabemos, y no tenemos indicios o hipótesis más que la de la lógica acerca de ello, cosa que no permite modificar nuestra conducta respecto a los animales más allá del hecho de amarlos y respetarlos como tales).
El hombre debe aceptar el inevitable hecho de ser superior. Si sólo fuera superior por una evolución biológica, pues bien, el hecho es que es superior y como tal debe hacerse cargo del mundo.
El hombre no puede resignar esa superioridad sin hacerse infeliz. No puede hacerse un animal más sin destruirse.
El camino contrario, dominar al animal para conducirse por el espíritu, es muy difícil, pero es el único trabajo con sentido en la vida.
Llegados a este punto, vemos cuánto más profundos o completos son, para entender al mundo, los relatos bíblicos que cualquier teoría evolutiva (eso me lo hizo ver el genial Chesterton, y acá vuelvo a comprobarlo). El hombre fue creado especialmente por Dios, a su imagen y semejanza, soplando su aliento al barro, lo hizo dueño del mundo y con el fin de vivir en plenitud en su presencia.

lunes, 24 de mayo de 2010

Anuncio (con pensamientos)

La alegría es enorme. Siempre quise que seamos más que cuatro y, si Dios quiere, no llegará un nuevo año sin que lo seamos.

Estrictamente hablando ya lo somos, porque el nuevo niño va en la panza ya. Y no está de más declararlo en estos tiempos.

En estas materias no se trata sólo de planes que el hombre debe hacer, sino que hay que estar abierto a la voluntad de Dios. Pero siempre quise que seamos más. Y en momentos en que esto estaba lejos y no sabía si alguna vez sería realidad, me entristecía de pensar que podía no suceder. Le daba un valor muy importante a esto de tener más hijos. Fue entonces que pensé si acaso este deseo no era algo muy egoísta, un deseo muy mundano, algo vanidoso. Pero hoy, que se está haciendo realidad, sé que no es así. Hoy sé que ser más es una vocación.

“Uds., ¿por qué tuvieron hijos?”, preguntaba hace un tiempo un compañero de trabajo, sin hijos, que estaba pensando en qué hacer al respecto. Y nadie supo darle una respuesta. No porque seamos unos inconscientes, sino porque no hay una respuesta del tipo de la que buscábamos. Si están dadas las condiciones materiales y espirituales, ¿por qué tener o no tener? ¿Qué razón puede haber para una cosa o la otra? Yo siempre dije: hay que tener porque Dios lo pide, es su voluntad. Y es verdad que, sin Dios, es muy fácil creer que es una locura tener hijos.

Pero a mi compañero, a quien nombrarle a Dios en ese momento no hubiera ayudado (o quién sabe), podría haberle dicho otra cosa que descubrí días después. Tener hijos es una vocación. No busques razones como el mundo las entiende. Sólo tenelos.

Porque, en definitiva, ¿qué es la vocación? Quizás la clave esté en esas palabras de Benedicto XVI que providencialmente encontré en estos días. En Caritas in veritate habla del progreso y se refiere a él como una vocación. Una vocación porque, dice, nace de una llamada trascendente y es incapaz de darse su significado último por sí mismo.

En este tiempo en que decidimos ser más, siento una felicidad incomparable porque sé que estoy haciendo la voluntad de Dios, y compruebo que es a la vez mi felicidad. El agradecimiento a Dios es inmenso. Y también a M., con quien vamos creciendo en el amor que Dios nos da.

sábado, 15 de mayo de 2010

Más anotaciones sobre creación y evolución

Creación y evolución no son irreconciliables, leíamos hace un tiempo. Estrictamente hablando, evolucionismo se opone a fijismo (que dice que todo lo que existe tuvo siempre la variedad actual). Y pienso que, si bien el hecho de que la evolución se la haya presentado como opuesta a la creación es en parte responsabilidad de creyentes mal informados o temerosos, también es cierto que este falso antagonismo ha sido alimentado por los mismos evolucionistas, que quisieron remplazar creación con evolución.

Por eso es genial la apreciación de Chesterton en “El hombre eterno”. El concepto de gradualidad que introduce la evolución no explica en modo alguno el origen de las cosas. El origen del mundo, de la vida y del hombre son sucesos sobre los que no nos dice nada definitivo el hecho de que hayan sido graduales. Al contrario, eso los hace aún más sorprendentes.

domingo, 9 de mayo de 2010

Crispado con el "crispy"

La empleada del local de comidas rápidas me preguntó si la pechuga de pollo de mi sándwich la quería “grill” o “crispy”. Incómodo con esas terminologías pensé en hacerme el que no entendía. Pero en un segundo de silencio tomé la decisión de abandonar el juego y entonces respondí: “crispy” (¡agh, lo tuve que decir!).

Lo peor de todo fue que la empleada debe haber pensado que en ese segundo yo dudaba si “cuidarme” (se supone que el “grill” es más “light”) o darme un gustito. Como sea, escuchada la respuesta, a ella le apareció una sonrisa condescendiente en el rostro, mientras tecleaba y repetía fuerte: “crispy” (¡agh, basta!).

martes, 4 de mayo de 2010

Tema Otoñal

New York tiene su “Autumn in New York” (en voz de Frank Sinatra, Billie Holiday o Ella & Louis). Pero acá en Buenos Aires (casas más, casas menos, como decían los Ábalos) tenemos el Tema Otoñal, magnífica composición del sanfernandino Enrique Mario Francini.
(Algún local saltará en alarma. Que cómo que el Tema Otoñal, que no me olvide del Otoño Porteño de Piazzolla. “Acá va por gustos”, le diré).
Hay muchas versiones del Tema Otoñal (Anibal Troilo, Sexteto Mayor, por decir algunas que conocí). Pero a mí me gustan los arreglos de la moderna orquesta El Arranque.
Todo suyo, señores. Que lo disfruten.