miércoles, 8 de febrero de 2006

El viejo y la mar

Tengo en la puerta esperando a un teólogo francés y a eminencias del pensamiento y el arte griegos. Pero tengo a un gran polaco en la sala, a un inglés en el teléfono y acabo de dar la bienvenida a un escritor norteamericano. ¡Ah, sí, el famoso monje alemán! El está esperándome en el jardín.

Muchos libros abiertos. Lo que no es usual. "A no ser que sean" libros de ensayos cortos, historias o poesías breves, o cosas que se pueden cortar sin perder el hilo. Le debo una opinión a mi cuñado, así que empecé lo que fue su regalo y parece ser un libro de lectura ágil: “El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway. De ahí copio esta interesante consideración acerca de la relación de los pescadores con el mar.

Decía siempre la mar*. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se otizaban altos, empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que a una mujer.

* El traductor identificó con cursiva las palabras que figuran en idioma español en el original.

1 comentario:

Aeronauta dijo...

Vi tu comentario y pregunta sobre Hans Küng a Sensus Fidelium y acá hay una respuesta:

Acá un buen artículo sobre su actuación dentro de la Iglesia como teólogo.


Saludos