lunes, 8 de noviembre de 2004

Algo de fe y razón con amigos y von Balthasar

"Creo en Dios, pero no en Jesús, está muy magnificado"; me decís.
Y me quedo pensando... ¡es magnífico!, ¿cómo poder de alguna manera magnificarlo más?
Después de todo, si fuera un invento humano, sería sublime, el mejor (algo así hipotetizaba el laico Eco*). Creo en las capacidades humanas, pero esto es otra cosa. Podría ser un plan divino: algo así inspirado en la mente humana, el hombre descubriendo la verdad inscripta en su intimidad y armando un Dios perfecto; pero Dios hizo algo inmensamente más grande. Después de todo, si Dios lo hubiera hecho a través de la forma de un invento humano, se podía arriesgar a que la soberbia del hombre sea desmedida. (Sepa disculpar un teólogo las barrabasadas dichas aquí).
Hans Urs von Balthasar me aporta algunos datos en el libro "A los creyentes desconcertados", en el capítulo de la Ilustración.
Por detrás de las "confesiones" se busca una posición que neutralice lo confesional, a la vez que se intenta reducirla al nivel de los criterios válidos ante la razón humana. La polaridad que se da entre la figura de Cristo y la fe eclesial (apoyada en la Escritura, el ministerio, el sacramento) se rompe. La figura de Jesús se derrumba por un cuestionamiento "desmitologizador" de la Escritura. Incoherencias (por ejemplo, en los relatos de la resurrección) hacen dudar de los hechos testificados (quizá de la misma resurrección), los milagros podrían haber sido poematizados o al menos fuertemente hinchados, los discursos de Jesús elevados a una autoridad mayor de la que ellos mismos pretendían, los relatos de la infancia compuestos a partir de leyendas. Sobre el sentido de la muerte en la cruz, sobre su valoración por Jesús mismo no hay seguridad y lo mismo ocurre con la significación precisa de sus palabras y gestos en la última cena. Interrogando así a los textos (por completo en contra de lo que ellos quieren decir; pero el texto está "condicionado por el tiempo", el ilustrado lo sabe mejor) la figura de Jesús empalidece hasta parecerse a la de cualquier otro fundador de religiones, desaparece su carácter incomparable, inasimilable por la razón y se convierte en un modelo moral, acaso importante en una "religión dentro de los límites de la razón pura".
(...)
El espacio neutral que se abre cuando ante el tribunal de la "razón pura" —aunque sólo sea como ensayo— se cita la mutua relación entre la pretensión de Cristo y la fe de la Iglesia, cuando se pone la fe en el paréntesis de una duda, aunque sea "metódica", se ocupa inmediatamente por la reclamación de una "libre discusión" sobre el sentido y el alcance de las verdades de fe. Por este camino, por ejemplo, la divinidad de Cristo, aunque definida solemnemente por concilios generales de la Iglesia, puede ponerse a discusión. A continuación, como es obvio, el misterio del Dios trino, el de la Iglesia y los sacramentos y muchos otros quedan sometidos a discusión igualmente.
La teología eclesial ha mantenido hasta ahora firmemente que el artículo de la fe creído vivamente debe ser la base y el punto de partida de una reflexión racional profundizadora, del mismo modo que el intento de comprender mejor una obra de arte ha de partir siempre de su totalidad. Pero este enunciado fundamental ya no vale. Se estima más bien que hay que colocarse por detrás de la fe —tanto de su objeto como de su acto— para desde allí adquirir una luz decisiva sobre ella.
En fin, amigo mío, por más racionalista que seas me vas a tener que conceder una cosa: o no pasó y es "magnificación", o quizás pasó. Es la duda. La duda (la más metódica), deja abierto el campo a la posibilidad. Y ahí puede entrar en juego la fe. Queda en vos. (Y queda en mí, porque soy "responsable por mi hermano"; y en definitiva queda en Dios, de quién viene todo y por quién todo podemos).
No puedo convencerte con razones; no es la forma de llegar a vos ningún argumento. Sólo un testimonio de vida y una invitación a que vivas esta fe. Sólo de esa forma podrás "comprobar" la Verdad de Jesús. Vengan y vean, nos dice Él. Ven y verás.
* Umberto Eco en una de las cartas del libro "¿En qué creen los que no creen?", libro de diálogos epistolares con el Cardenal Carlo M. Martini.

2 comentarios:

XavMP dijo...

En todo caso en este punto la duda nace de la certeza de la existencia de tu fe, ese es motivo suficiente para valorar la duda como válida.

No se si me explico, creo que no.

Juan Ignacio dijo...

Sí, creo que entiendo.
Si uno no cree, pero ve que otro sí cree, pues de ver a ese otro que cree le nace la duda: ¿será verdad?
¿Algo así?